A veces lo quiero matar (de M, estoy hablando). En particular cuando tiene uno de sus exagerados ataques de sociabilidad. No es que yo sea una misántropa, o solitaria, pero como todo ser humano tengo mis momentos. Porque eso de que todos queremos ver a nuestros parientes y nuestros amigos todo el tiempo es una boludez o mejor dicho, una gran mentira.
Volviendo a los ataques del quetejedi. Una de las formas más “originales”, y propias de Nueva York, en que se manifiestan es vía skype, como pasó ayer.
Yo estaba tranquila, de domingo (se entiende, ¿no?). No estaba en pijama y ruleros pero más o menos… muuuuy de entrecasa, estudiando en la cocina, con los pelos revueltos y con todos mis libros, papeles y papelitos dando vueltas.
Y así de repente, sin aviso, aparece M con su computadora portátil en la mano y la camarita prendida diciendo: “Fer, saludá a los chicos!!!” ¿justo ahora? Se había conectado con una pareja amiga, dos divinos, que nos quería saludar, pero yo en ése momento no estaba de humor. A veces no tengo ganas de ver, ni de hablar con nadie y mucho menos a través de la camarita de la computadora.
Saludé y, tratando de que no me vean los que estaban del otro lado de la pantalla le hacía señas, gestos, (y que se yo que otras cosas) a M para que se vaya de la cocina. Te vas o te mato. Aún así, tardó varios minutos en entenderlo por lo que tuve que sacar mi costado más hipócrita, que confieso me sale bastante bien, y ponerme “charlar”.
Siempre tratando de estar lejos de la cámara así las visitas no se asustaban con mi cara de monstruo hablé del nuevo departamento, de la primavera, de los planes a futuro y de que se yo que otros temas.
Claro que me gusta tener un cónyuge (que fea palabra, parece un insulto) sociable, pero como dice mi amiga Amy “la clave está en la moderación”.
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