Uno de los personajes locales es el super (corto para superintendent — el encargado del edificio). Nuestro super se encarga de todo el mantenimiento del edificio, como la limpieza, el funcionamiento de la caldera, las plantitas del jardín, las luces de las escaleras. Es algo así como nuestro «portero». La principal diferencia es que los super no saben nada, o casi nada, sobre la vida personal de quienes habitan el edificio. Conocí a tres ó cuatro y en todos sentí que la discreción era una parte de su trabajo.
Por ejemplo, cuando nuestro super tiene que entrar al departamento baja la mirada como para no ver nada hasta llegar al lugar del problema. Si es la ducha, no mira el living, no mira el baño, ni nada alrededor… va directo a la ducha. La abre, la cierra, la arregla, saluda y se va. No pregunta, no comenta, no opina.
Sin duda, hasta acá un lujo. Pero no todo lo que reluce…
Hace un par de semanas la heladera se enfermó. De a ratos, el motor hacía mucho ruido y enfriaba más de lo habitual. Aún así no parecía muy serio.
Por las dudas le pedimos al super que llame a la compañía para pedir un “service”. (Aclaro: la heladera y la cocina vienen con el departamento así que el super también se encarga de resolver estos problemas.)
Su respuesta fue: hoy mismo llamo al service.
Dos días después nos volvemos a cruzar y antes de saludarlo me dijo “estoy tratando de comunicarme con la empresa. Es terrible pero no logro que atiendan. En cuanto tenga novedades te aviso» . ¿Tan difícil? pensé.
Le dije que no se haga problema, que me pase los datos (entre otros la garantía) que yo me encargaba. “No, es mi responsabilidad”, dijo.
Así pasaron los días… como la heladera estaba cada día peor volví a la carga. Es decir, acosé al super para que llame a la empresa.
Ahí, por fin, logró comunicarse. Lamentablemente yo no estaba. Así, a pesar de las aclaraciones que le hice, acordó para que un técnico venga a ver la heladera el miércoles a las 11am. Por supuesto que en ese horario en casa no hay nadie y el tema ya era URGENTE. El freezer se había muerto. Era lunes y no podíamos esperar hasta el miércoles (pasamos domingo y lunes comiendo helado derretido y cocinando todas las verduras, carne y productos que teníamos congeladas).
«Lo lamento», me dijo. «Me dijeron que sólo tenían ese horario». Increíble.
Debió ser la furia o no sé qué pero en minutos conseguí todos los datos que necesitaba y me comuniqué con la “terrible empresa que nunca tiene horarios para service.” Para mi sorpresa me atendieron con increíble amabilidad y diligencia. Los pedidos de “service” resultaron de lo más sencillos: una voz grabada te indica opciones de día y horario en tu barrio y apretando 1, 2 ó 3 seleccionás tu preferencia. Así, en segundos agendé la visita de un técnico para la mañana siguiente (que por supuesto vino en el horario acordado y atendió a mi heladera).
A mi super no le creo nunca más.
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